COFRADEMANIA

lunes, 25 de mayo de 2009

Hasta siempre, Monseñor del Río

Han pasado nueve años, y muchas cosas han cambiado en nuestra diócesis. Y todas, gracias a la persistencia y capacidad del que ha sido obispo de la ciudad durante la última década, monseñor Juan del Río Martín. Nueve años de dedicación plena y absoluta, salvo los últimos meses que compartió labores con el arzobispado castrense de España.
Poco podía imaginarse monseñor del Río que iba a gastarse y desgastarse, como él mismo vaticinó a su llegada. Y sin embargo, parece que no han pasado los años por él, pese a que el cansancio ha debido hacer mella en más de una ocasión debido a lo apretado de su agenda. En los últimos meses su despacho era un avión, que le llevaba en puente aéreo de Madrid a Jerez y de Jerez a Madrid, así como a las zonas donde los militares le requerían debido a su nueva diócesis personal.
Tocaba despedirse de Jerez antes de la llegada de Mazuelos a Bertemati, el próximo 6 de junio, y quiso del Río reunir ayer a toda su diócesis en el primer templo jerezano, en una Eucaristía de Acción de Gracias multitudinaria que contó con la presencia del obispo de Cádiz, Antonio Ceballos. Una ceremonia cantada por la magnífica coral catedralicia, otras de las aportaciones de Juan del Río a nuestra ciudad, y que durante dos horas sirvió de emotivo homenaje al que ha sabido modernizar la diócesis hasta límites insospechados en el momento de su llegada.
La Catedral se quedó pequeña para acoger a los fieles que quisieron despedirse del prelado, que emocionó en una emotiva homilía a todos los estamentos diocesanos con sus sentidas palabras de agradecimiento. No faltaron las referencias a la colaboración que ha recibido del Ayuntamiento de la ciudad, representado por la alcaldesa Pilar Sánchez y otros muchos delegados y representantes de partidos políticos, ni a su clero, al que animó a ser fiel a su sucesor y a continuar trabajando por la diócesis, así como a sus vicarios, hermandades y cofradías y voluntariado. Los seminaristas también recibieron el cariñoso aliento del prelado, que compuso una larga homilía de despedida.
El obispo recibió un regalo por parte de la diócesis, un cuadro que representa tres rincones del palacio Bertemati, que el prelado aseguró presidiría la que ya es la «nueva casa de todos los jerezano, en la madrileña calle Nuncio. Será la embajada jerezana, os llevaré siempre en el corazón».
(Artículo publicado en LA VOZ, el 25 de mayo de 2009.)

domingo, 24 de mayo de 2009

Hoy vengo a verte, Rocío

Hoy que es un día cualquiera, que no hay cohetes que estallen, ni caballos ni carretas. Hoy, que es invierno y que llueve, hoy quiero tenerte cerca... No está la flauta, no está el tambor. No hay más adornos que tenerte a mi vera, Rocío, y contigo me conformo. La letra de la sevillana ya te marca la senda, romero. Ve a verla como si fuera un día cualquiera, aunque tú sepas que no lo es.
La hermandad de Jerez sale este miércoles camino del Rocío, camino de las Marismas, y con ella este humilde rociero de nueva cuna. Por eso no me verán muchas veces escribir del Rocío, ni hablarles de nada de esto. De nueva cuna, de nuevos bríos, de ilusiones desbordadas hasta el extremo. Así soy, así me siento. Así voy a verla cada año, espero que ya para siempre, porque soy de los que la Virgen del Rocío ha enamorado a fuego lento.
Ojalá pudiera cantarte con ardor que desde el día que te vi me enamoró tu mirada, y que en mi corazón sentí un revuelo de campanas. Ojalá pudiera gritarte que desde niño me enseñaron las vivencias del camino. Pero no es verdad. La realidad es que amo el mundo de las cofradías, y que durante mucho tiempo no terminé de entender el fanatismo de muchos. Esa mezcla, a veces explosiva de alcohol, cante, baile y fe. No la entendía. Llegué a criticarla.
Pero llegué un día a verla, un día de invierno, un día que llovía. Un día que pensé que no habría nadie en su ermita, un día cualquiera de una vida en Sevilla. Una tarde de locura, donde hastiados del sofá, mi compañero de piso y yo pusimos rumbo a Doñana. Era domingo, lo recordaré toda la vida, y el frío y la lluvia abatían las arenas. Nadie en la aldea. No hay vino, pensé. No hay fiesta hoy. No hay fe. Ella estará sola, en su ermita...
Iluso. Porque si te hace daño el relente ni tienes fe rociera, si no te gusta el ambiente quién te obligó a que vinieras, si aquí lo que sobra es gente... Iluso, porque la ermita era un hervidero de fieles que reñían entre ellos por aferrarse a una reja que desde ese día se convirtió en el mejor confesionario que una catedral pueda soñar. Quién no se acerca a tu reja para rezar o cantar. Quién no te ha dicho a ti guapa, si eres guapa de verdad. Un mar de romeros peleaban por cantar la sevillana más sentida, por dar el pellizco más emotivo, por romper el frío y el desaire con el calor de sus gargantas.
Años después vendría mi primer camino con la hermandad de Gines. Una delicia por la Raya, un camino hecho por hombres y para hombres en la mitad del duro verano. Una experiencia inolvidable, perdido por el Coto, cuando, por inexperiencia, decidí adelantarme un poco al resto del grupo. El resultado, once horas andando sólo, ayudado por un bastón y por la fe en Ella, soñando ver la espadaña por un camino que no conocía de nada. Y claro, la ermita apareció, y llegaron otros romeros a los que no conocía que me dieron agua, aliento y consuelo. Llegó también la aldea, y esa señora que sin conocerme me abrió la puerta de su casa para que pudiera asearme y descansar porque me había perdido.
Llegaron mil vivencias más, y las que ahora me acercan cada mayo hasta mi esquina de la calle Bellavista, donde mi gente canta sin descanso a los simpecados de todas las localidades, ayudados por la buena gente que quiere compartir con nosotros un sábado de Rocío especial. Llegó la sevillana de Montero con Teófila, las sevillanas al Simpecado de Murcia, los langostinos T-2 saliendo incluso de los baños...
El Rocío que ahora vivo, y que soy incapaz de contar. Pero que si lo quieres vivir, te invito, mientras le pido a mi Chico Jorge que no pare de cantar hasta que nos vayamos a dormir a la cuadra. Porque hoy me quiero emborrachar, sin beber vino, sólo me voy a empinar senda y camino. Mi borrachera será decir Rocío...
(Artículo publicado en LA VOZ, el 24 de mayo de 2009.)

Rompa filas, mi general


Nueve años después, llegó el momento. El que ha sido pastor diocesano durante la última década se despide hoy oficialmente de la que ha sido su casa para acometer su nuevo puesto de general como arzobispo castrense. Atrás quedan los últimos meses de administrador apostólico, donde gracias a su vitalidad y apretada agenda ha conseguido que no se note la transición que está sufriendo la administración diocesana, que en apenas diez días recibirá a José Mazuelos como nuevo prelado. Se marcha Del Río con la sensación del deber cumplido, y principalmente con el cariño de su gente, que ha visto como se ha entregado hasta el extremo por conseguir modernizar y actualizar una diócesis que distaba mucho de lo que necesitaba una ciudad como Jerez. Bertemati será sin duda el gran espejo donde mirar la actuación del prelado de nuestra ciudad, aunque otras instituciones como el Instituto Superior de Ciencias Religiosas o la vuelta del seminario hablan bien a las claras de la preocupación que el flamante arzobispo castrense ha tenido por abrigar la diócesis al amparo de la cultura. Deja por delante una ardua tarea, como la apertura de manera continuada de la Catedral como monumento museístico o la regeneración del clero diocesano, que en muchos casos ronda lo octogenario. Poco importa, porque hoy se marcha Juan del Río, y será de ley que la Catedral se quede pequeña para despedirlo.
Debe quedarse pequeña. Juan del Río celebra hoy en la Santa Iglesia Catedral una Eucaristía donde se despedirá de manera oficial de todos sus feligreses, pese a que hace meses que está viviendo en Madrid y soportando la carga de dirigir dos diócesis tan diferentes como la jerezana y la castrense. Será hoy, a partir de las ocho de la tarde, cuando el actual arzobispo castrense presida su última Eucaristía en la Catedral, ese templo que desde que llegó ha recibido importantes mejoras como el apostolado que actualmente descansa en sus pilares o el magnífico crucificado de José de Arce que preside el altar mayor.
Juan del Río aprovechará para agradecer a todos los que han querido colaborar de manera activa con él en la diócesis, y de manera especial a todo ese voluntariado que hace posible que cada día las distintas delegaciones episcopales funcionen con una precisión antes desconocida.
Con toda seguridad, Juan del Río recordará en esos momentos su llegada a la ciudad, y su primer acto en la Basílica de la Merced. Y será el momento también de pedir fidelidad y compromiso con el nuevo prelado que tomará posesión de su cargo en breve, José Mazuelos.
Una Eucaristía por tanto a la que no deberían faltar ninguno de los organismos de la diócesis, esos a los que Monseñor del Río ha conseguido actualizar gracias a sus conocimientos y su tesón, así como a su capacidad de gestión y diálogo. Precisamente, su talante y sus capacidades, así como su moderación, han sido sus principales armas para hacerse querer por el pueblo jerezano, que ha terminado rindiéndose ante el carisma del que ha sido hasta ahora su pastor.
Afronta Juan del Río una etapa fundamental en su trayectoria, ya que en la actualidad es el arzobispo castrense de España. Con rango de general y un sueldo que para sí quisieran otros obispos de la curia española, su carisma debe notarse ahora en una diócesis personal, con acceso a los más distinguidos círculos sociales y con decisiones de vital importancia para la Iglesia española. Y mucho más desde que ha sido nombrado miembro del comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal española, un sitio al que hasta ahora sólo tienen acceso los cardenales y el secretario de la misma, Monseñor Martínez Camino. Un claro ejemplo de que Del Río es el futuro de la iglesia española.
(Artículo publicado en LA VOZ el 24 de mayo de 2009. Foto: LA VOZ)

miércoles, 20 de mayo de 2009

Rey de Reyes

José Manuel Reyes es amigo mío, y yo no soy crítico de arte. Y este es mi blog personal. Con estas tres condiciones te invito a que leas esta entrada, en la que me descubro, una vez más, ante el genio de José Manuel Reyes, pintor jerezano y hermano del Santo Crucifijo de la Salud. Hermano mío, por tanto.
Con una técnica asombrosa, y un dominio de la atmósfera incontestable, el pintor nos ha regalado el cuadro que servirá de cartel para la festividad del Corpus Christi. "Con todo mi respeto, es un cartel valiente, porque no es una estampita". Así lo definió la Delegada de Cultura y Fiestas, Dolores Barroso, lo que resume en breves palabras lo que todos pensamos cuando se descubrió la obra.
Muchos esperaban la imagen del Santo Crucifijo por algún lado, otros imaginaban una referencia, aunque fuera sesgada al Corpus de Minerva que cada año se celebra en la parroquia de San Miguel. Claro, los que eso creían, es que no conocen a José Manuel Reyes. Porque posiblemente, este sea su cuadro más sincero, y les puedo asegurar que la obra pictórica de José Manuel es amplia y de calidad.
Así entiende Reyes la Eucaristía. Pan, vino, y la Sagrada Forma anunciándose veladamente entre la neblina, como entrando sin querer molestar, pero entrando al fin y al cabo. La sencillez del cáliz habla también muy a las claras de la sencillez del artista. Reyes no entiende el momento de entrega total de Jesucristo como un acto de heroicidad o valentía, sino de humildad y servilismo. Dios, al servicio de los hombres. Con un simple cáliz. Con una simple miga de pan...
Un cartel de lo más sugerente, donde ha conseguido plasmar en un bodegón, esa técnica pictórica que tan bien conoce, el momento más importante de los últimos dos mil años. El momento en que Cristo se queda con nosotros.
Y claro, todo esto te lo puedo contar, porque me tomé con él ayer unas pocas de medias botellas de La Ina fresquitas. Y me apetecía contar que soy amigo de un pedazo de artista, al que admiro y quiero.
Felicidades, José Manuel. Eres el rey de Reyes.

Lo que nunca te conté de la Esperanza...

Y no te lo conté porque creía que era mío. Porque creí que era un momento que vi yo nada más. Como siempre, me equivocaba...
La historia que hoy te cuento te acerca a la calle Sol, dónde si no, cuando la Esperanza volvía como siempre te cuento que anda, altanera y coqueta a la vez, y envuelta en ese aroma a hierbabuena y canela que desprende su talle. Mientras Ella, elegante, avanzaba sin prisas, para qué correr, para qué darle prisas al tiempo... una niña se acercaba en volandas hacia Ella. En su cabeza, ese pañuelo maldito, esa señal inequívoca de que algo no va bien.
Para qué correr, verdad... Para qué querer hacer las cosas con prisas, cuando desde la tranquilidad ella pudo llegar hasta la Esperanza, alzada con valentía por los brazos de una bulla que sabía que estaba obrando un milagro. El encuentro fue breve. Dos miradas. Una hija. Una madre.
Y desde la lejanía, como siempre sabemos hacer los hombres que sabemos que hay cosas que son de las mujeres, su padre lloraba, con esa rabia contenida de quien no entiende nada, pero cree en todo. Esa misma mirada que durante años vi justo delante del Simpecado del Rocío, pero que hoy, llena de lágrimas, sólo reflejaba Esperanza.
Me cuentan que la niña, de nuevo, está ingresada. Y hoy quiero gritarte lo que todos pensamos en ese momento. Se tiene que salvar. No tiene más remedio que ponerse buena. Pensé que nunca te lo iba a decir, que era de esos secretos que tenemos la Esperanza y yo. Pero hay secretos a voces, y ese momento lo vivimos todos los que estábamos al principio de la calle Sol.
Se tiene que salvar... Se tiene que salvar, porque la miró la Esperanza.

domingo, 17 de mayo de 2009

Cádiz, el rincón de los recuerdos

Hay ciudades que nos enamoran por razones desconocidas, quizá incomprensibles. Mucho más siendo de Jerez, claro. Si ya decía el poeta que mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, yo podría asegurar que la mía son recuerdos en una playa solitaria, donde las olas partían con lentitud la solidez de unas rocas que jamás supieron desaparecer de la playa de Santa María del Mar. Es curioso que incluso el nombre de la playa que veía cada amanecer del verano, se llame con el nombre de María.
En Cádiz he sonreído, en Cádiz he llorado. En Cádiz he comprendido mil cosas sobre la soledad, mil historias diferentes sobre la amistad y los amores. Sobre todo, en Cádiz aprendí a esperar. A esperar que el mundo cambiara, aunque nunca lo hiciera. En Cádiz comprendí que uno puede desear las cosas más calladas, las historias más secretas, que en el fondo, nunca llegan.
Una hora frente al mar, pensando, es una vida en cualquier otro lugar, con el ruido de los coches, los móviles, los portátiles y las distracciones. Una hora frente al mar define a un hombre como nadie puede siquiera imaginárselo.
Una hora en el mar de Cádiz. Una espera sin igual.
Un infierno en el propio cielo.
Un cielo en el propio infierno.

Los currantes de la Feria del Caballo


¿No descansan estos chavales? Esta pregunta se la podría hacer cualquiera que se haya acercado estos días por la caseta del Soberano Poder -y los que lo hagan hoy- y vea a los jóvenes de la hermandad del Miércoles Santo tras la barra de la caseta o atendiendo en las mesas. Incluso si no están trabajando, es más que probable que estén allí con sus familias, echando un buen rato de convivencia o ayudando en labores menos sacrificadas.
Pero si fueron al Real del González Hontoria las semanas anteriores a la Feria, los verían allí, en bermudas y camisetas, montando todo el dispositivo que necesita una caseta para esta cita, que no es poco. Desde electricidad, pasando por fontanería con nociones básicas de albañilería.
Todo un reto que los cofrades del Soberano acometen con alegría para sacar los máximos ingresos posibles para su hermandad. Antiguamente, la mayoría de cofradías trabajaban sus casetas de Feria buscando conseguir hasta el último euro que fuera posible, ya que en muchas ocasiones los ingresos obtenidos en esta semana suponían más del 50% del presupuesto de la entidad para el año. Todo un record, pero precisaba de muchas horas de trabajo y de una plantilla de hermanos que podía llegar a la centena.
Cuando aparecieron los caseteros, con sus ofertas millonarias por gestionar las casetas cofrades, la gran mayoría de hermandades renunció a esos beneficios extraordinarios a cambio de poder pasar la Feria acompañados de sus respectivas familias y de los amigos, teniendo en el peor de los casos que montar la caseta y desmontarla, aunque el casetero solía regalar una comida para los que realizaban esas labores. Conseguían menos dinero, sí, pero el trabajo era mucho menor. En algunos casos, inexistente; ganaban dinero simplemente por poner el nombre a la caseta.
Han pasado los años y con la crisis están llegando los primeros problemas a las cofradías que tienen arrendadas sus casetas. Y, quizá, bien harían en volver a confiar en la fórmula primitiva para contar de nuevo con el dinero que la Feria dejaba. Porque el secreto estaba en el número de personas que la trabajaba y la cantidad de gente que asistía a esas casetas por las amistades que se movían. Hoy, apenas queda el Soberano, el Consuelo o Las Viñas en este grupo de osados que quiere vivir la Feria de una manera distinta, trabajándola por y para su hermandad. De hecho, desde la del Consuelo se ha repetido este año una iniciativa que ya el pasado dejó mucho dinero en las arcas de la cofradía. Así, el pasado viernes de Feria se rifaron dos entradas de barrera para la corrida de José Tomás celebrada ayer en Jerez, y todos los billetes que llevaba la Junta de Gobierno de Mateo López se agotaron. El sorteo tuvo lugar en una caseta del Consuelo abarrotada, que a buen seguro sirvió para que el viernes de Feria del Caballo hubiera un ambientazo en las dependencias de la cofradía del Miércoles Santo.
Hay casetas históricas, como la de la Yedra o la de la Candelaria, que ya no son ni la sombra de lo que fueron. Pese a que las instalaciones son las mismas, el ambiente ha cambiado sustancialmente en los últimos años, debido principalmente a que los propios hermanos no pasan por allí. La presencia de la Junta de Gobierno y de los habituales de la cofradía se antoja, pues, esencial para conseguir llenar, así como los precios ajustados ante la recesión económica que asola el país. Y claro que se ha notado en esta Feria.
Algunas casetas de hermandades ya se anunciaban desde el año pasado como la más baratas del recinto, y surtió efecto. Así, hermandades como la Pastora o Santa Marta han sido siempre cofradías donde se podía comer bien y a buen precio. Y el ambiente, que es lo que buscamos todos los que nos acercamos al González Hontoria en estos días, estaba más que garantizado.
Dos formas diferentes de ver y vivir hoy en día la Feria, por tanto. Los hay que quieren trabajar y los hay que quieren disfrutar. Ambos se llevan dinero para casa. Quizá la diferencia esté en la cantidad. Y ahí cada hermandad es soberana. Pero que no se pierda el ambiente, los cuadros de nuestras imágenes tras la barra, las locuras de quemar incienso a ciertas horas en la caseta, el CD con las marchas seleccionadas para cuando quedemos unos pocos. Que no se pierda el camino que un día hizo que decenas de jóvenes se concentraran un miércoles de Feria para recorrer, una a una, las casetas de todas las hermandades que se hubieran dado cita en el Real del González Hontoria. Porque se hacía para visitar a los amigos. Cosa muy difícil en la Feria de hoy en día.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 17 de mayo de 2009. Foto: LA VOZ)

lunes, 11 de mayo de 2009

Y una razón para ser español...


Mil razones para ir al Rocío...





Judas lleva 6000 euros en la bolsa

Yo soy de los que no ha ido a la comida de los medios de comunicación, hermanos mayores y Consejo Local de Hermandades y Cofradías. Soy de los que han optado por un discreto segundo plano, un agradecimiento sincero, y una coherencia personal. A veces, esa coherencia es la que nos hace parecer más o menos cercanos, más o menos simpáticos, más o menos accesibles. Sin embargo, esa coherencia es la que yo creo que nos hace, principalmente, libres.
No he ido a la feria con el Consejo por los motivos que muchos creerán. Cierto es que he criticado, a veces con dureza, al Consejo. Cierto es que siempre he defendido que los medios de comunicación debemos estar más unidos, ser más corporativistas. Todo eso es verdad. Pero la realidad es que no me he acercado por el Restaurante el Gordo, donde se celebraba la comida, por estar en absoluto desacuerdo con algunas actitudes que vengo denunciando últimamente, y que desacreditan a quienes las ostentan.
No comprenderé en la vida las puñaladas traperas, las traiciones, las mentiras para conseguir no sé qué objetivos. Y si les digo la verdad, no entenderé en la vida el Pleno de hermanos mayores que tenemos. Y a estas alturas de la película, con las palomitas a medio consumir y la lata de refresco ya vacía, me importa bien poco que alguno se moleste conmigo por lo que estoy aquí contando. Tenemos un pleno de hermanos mayores que critica con dureza a su presidente, pero que es incapaz luego de corregirle en la sede de la Unión de Hermandades. Tenemos un pleno que hace quinielas sobre la Carrera Oficial, pero que luego coge los seis mil euros con diligencia para cuadrar sus presupuestos. Tenemos un pleno de hermanos mayores cobarde, que hablan de mociones de censura y de alternativas con una facilidad pasmosa, pero siempre a la espalda de Natera. Tenemos un pleno de hermanos mayores que se ha estado llamando hasta última hora para ver si boicoteaban la comida de feria o iban a comer de válvula.
Tenemos en definitiva un pleno de hermanos mayores que, en ocasiones, consigue que me averguence, y esta sensación está ya denunciada no sólo por mí, sino por la gran mayoría de los medios de comunicación de la ciudad. Y como comprenderán, lo último que me apetecía hoy era compartir mesa y mantel con todos ellos y con los escasos medios de comunicación que habían confirmado su asistencia. Igual cuando todos seamos más sinceros los unos con los otros, me apetece tomarme una copita... Porque eso lo hago yo con mis amigos. Así se lo he dicho al Presidente, al que puedo hoy defender abiertamente porque no ha tenido la culpa de nada de esto. Es más, agradezco de manera personal su invitación sincera y repetida, y dejo por escrito aquí que le debo una. Y siempre pago mis deudas...
Un día miraré en la bolsa de Judas, en el misterio de la Cena. Les apuesto lo que quieran a que tiene un cheque por valor de seis mil euros... Los mismos que se lleva cada hermano mayor para su cofradía.
(Foto: Cristobal)