COFRADEMANIA

domingo, 8 de febrero de 2009

Prefiero no ser perfecto

El pasado viernes viví una de esas experiencias que se quedan grabadas en la memoria, pese a ser repetitivas. No soy yo muy dado a hablar de costalería, pese a que el mundo donde más y mejor me muevo es en el de las trabajaderas. Conocí a mis mejores amigos bajo un paso de misterio, o llevando un crucificado. Me hice hermano, casi de sangre, de algunos que tuvimos la suerte de meter un paso de palio en su templo, cuando quedamos diecisiete hombres de una cuadrilla de cuarenta y cinco almas. Diecisiete de cuarenta y cinco, así que hagan ustedes números de cuántos costaleros se fueron por la gatera. Y claro, los que nos quedamos, pues nos unimos. No nos quedaba otra, bien es cierto, pero hubiéramos dado la espalda y el corazón, y les puedo asegurar que no es una forma de hablar, tanto por la Madre que llevábamos arriba como por el compañero que llevábamos al lado.
Aún así, no suelo contar las cosas que vivo bajo las trabajaderas, o mandando sobre ellas, por dos motivos que tengo clarísimos. Uno, porque hay gente que lo sabe explicar mucho mejor que yo. Tengo serias dificultades para poner en papel los sentimientos, emociones, sinsabores y alegrías que siento cada vez que enero llama a mi puerta. Meses en los que no existirán los fines de semana de borrachera, o los viajes programados, porque mi vida la ocupan los pasos. Son apenas ocho fines de semana donde mi agenda mezcla las reuniones de trabajo con las llamás y las arriás, una bendición que ojalá se prolongara en el tiempo como pasa en Sevilla. Y como no sé contarles en esta media página lo que se siente en estas reuniones de fraternidad, amistad y colaboración, dejo que sean otros más doctos que yo en la materia los que lo hagan.
Pero les dije que había dos razones, y la segunda es porque creo en el silencio de las trabajaderas, en el misterio aún sin resolver de cuando una puerta de un local se cierra para que el capataz le hable a su gente. No es una casualidad que se cierren las puertas, y por eso, a los que queremos esto de verdad, no nos gusta hacer público algo que sólo podría entenderse si se está allí, con la faja todavía apretada y el corazón en la boca por la emoción y el cansancio.
Por esos motivos, no tengo costumbre de hablarles de nada de esto. Pero hoy voy a hacer una excepción, la que hago cada año cuando llega la igualá o el primer ensayo de la Cena, y quiero revelarles algún secreto de una cuadrilla que pasará a la historia de la Semana Santa de Jerez. No me pidan ser objetivo, ni imparcial, porque soy sujeto y parte. Una cuadrilla que ha modificado el andar del otras muchas, que la han copiado hasta la saciedad. Renovó el andar de los pasos de silencio cuando salió andando largo racheado en el Corpus del 98. Cambió por completo incluso las maneras de hablar de la gente de abajo, con el famoso grito de Tomás Sampalo que sustituyó, definitivamente, el «estamos puestos» que se estilaba por aquí. Una cuadrilla que con la humildad por bandera, se ha convertido en referente de nuestra ciudad.
Pues esa cuadrilla escuchaba el viernes, atenta, orgullosa y responsabilizada, las instrucciones de Martín Gómez una vez terminado el ensayo. Cuando se dejó la parihuela de ensayo en el local, explicó el capataz que no tenía ya nada que corregir, porque el paso, técnicamente hablando había ido perfecto. Pero que no transmitía, que era frío. Y que este año, más que nunca, el Señor debía transmitir con la dulzura y pasión de su mirada. Prefiero que no seáis perfectos, pero que el paso transmita, nos dijo. Y allí vi a noventa hombres, muchos de ellos nuevos, bocadillo en mano dándose cuenta de que Jerez espera algo diferente del Señor de la Cena este año, y que nosotros estamos ahí para ofrecerselo. Y lo haremos. Sé, por esa mirada de noventa hombres, que lo haremos.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 08 de febrero de 2009)Click here to find out more!
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2 comentarios:

  1. A mi tampoco me gusta ser perfecto, Ma gustado mucho tu articulo.

    unabrazo canalla.

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  2. pues yo de la cena siempre he pensado una cosa y alguno que otro podrá poner el grito en el cielo pero desde que tengo uso de razón, a parte de que no he visto que este paso vaya perfecto (nunca) opino que no transmite nada, es un andar muy soso con muchas florituras que intentan revestir esta poca transmisión, el andar de otros pasos que van todo el tiempo sobre los pies me transmite muchísimo mas, pero desgraciadamente en jerez no hay muchos que lo hagan. Esa es mi opinión, espero que la respeten.

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