COFRADEMANIA

domingo, 25 de enero de 2009

La cercanía de un Arzobispo


Le vi salir escoltado por la Guardia Real, en la calle Sacramento, rodeado de cardenales y arzobispos, con la ministra de Defensa despidiéndose de él y con un futuro glorioso en la Conferencia Episcopal española. Le vi saliendo de su catedral castrense al mismo nivel que Rouco o Cañizares, dos de los cardenales de peso en Roma, no sólo aquí, y pensé sinceramente que lo habíamos perdido. Mientras él salía, perfectamente revestido como arzobispo castrense, de su toma de posesión como tal en la calle Sacramento, realmente cerca de la Catedral de la Almudena, donde se decide el futuro de la Iglesia española, yo estaba entrevistando a Monseñor Monteiro de Castro, Nuncio de Su Santidad en España, que me reconocía que se iba a intentar aligerar los plazos para el relevo de Juan del Río al frente de la diócesis jerezana, pero que no iba a ser fácil encontrar uno con las mismas virtudes que el actual.
Curiosamente, y aunque no lo crean, los obispos y cardenales también cometen indiscreciones, y no repararon en dos compañeros de la prensa jerezana que allí nos habíamos colado. Entre ellos, hablaban de que este nuevo arzobispo llega con ideas claras y con el pulso firme, cualidades imagino muy valoradas en la Conferencia Episcopal Española, de la que afirman algún día será el presidente en un futuro no muy lejano.
Todo ello me hizo pensar en que era imposible que el obispo que me había ganado en las distancias cortas se mantuviera. Porque cuando llegó, yo tenía apenas 19 años, por lo que estaba cimentando mi fe y mis creencias. Recuerdo que en ese momento me dijeron que venía a modernizar la Diócesis, a poner algo de orden en una organización anquilosada e ineficaz, aunque con muchas otras virtudes. Le recuerdo llegando a la Basílica de la Merced por primera vez, y esa idea se me quedó grabada a fuego. Era distinto de Bellido Caro, no cabía duda. Con Del Río habían llegado otras maneras, otras formas de entender el pastoreo, y seguramente seríamos los diocesanos los que tendríamos que adaptarnos a las nuevas exigencias de un obispo que tenía, y con mucho fundamento, muy difícil entrar en el corazón de los jerezanos.
Sin embargo, los años demostraron que Juan del Río podía ser tan cercano como su predecesor. Atento siempre con los medios de comunicación, siempre ha respondido solícito a cuantas preguntas hemos querido formularle, dando titulares más que jugosos en la mayoría de las ocasiones y sin rehuir uno sólo de los interrogantes que le hemos presentado. Pensé, como les decía al principio, que esto habíamos perdido al tenerse que ir a Madrid.
Pero resulta que han pasado los meses, y el prelado continúa alargando las horas de su agenda para no descuidar la Diócesis jerezana. Viene semanalmente a nuestra ciudad, y agota todas las oportunidades para demostrar que sigue rigiendo con mano firme los destinos de esta querida Diócesis para él. Y lo más importante, con la misma cercanía de siempre. Ejemplos puedo poner miles, pero valga la Eucaristía y posterior tertulia con los periodistas, informadores y comunicadores católicos de la diócesis.
En la capilla del Obispado tuvimos una interesante ecuaristía con motivo de la festividad de San Francisco de Sales, patrón de los plumillas, y el arzobispo quiso presidirla desde el primer momento. Hasta ahí, todo normal. Pero luego llegó la hora del café, y encontramos a un general de división relajado entre sus amigos, contando anécdotas de sus viajes, olvidando por un momento la presión a la que ahora mismo está sometido. De lo que hablamos, permítanme que no sea yo quien aquí lo cuente, porque no había micrófonos, pero sí quiero asegurarles que Jerez perderá, y mucho, cuando Del Río nos abandone para ocuparse de Madrid.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 25 de enero de 2009. Fotografía: Cristóbal)

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