COFRADEMANIA

domingo, 4 de octubre de 2009

El millón de la Macarena

Hace poco recibí en mi casa el último boletín de la hermandad de la Macarena. Reconozco que es uno de los que más me gustan, tanto por diseño como por contenido. En él tienen cabida todos los hermanos que quieran mandar sus artículos, y se desglosa la vida de la hermandad en los últimos meses, los que abarquen la publicación desde el último boletín hasta el que te llega a las manos, así como las próximas actividades de la hermandad de la Madrugá sevillana. Es el único contacto que tengo con mi hermandad de la Macarena, puesto que no me llega una carta de la hermandad en todo el año. Nada, ni una comunicación, ni un mensaje navideño. Nada. Los hermanos de la Macarena tenemos el boletín, y con eso nos conformamos.
Y nos conformamos porque está realmente bien hecho. Suele haber un artículo de Carlos Colón, pregonero de la Semana Santa de la capital hispalense, que leo con profundidad, ya que se trata de una de las voces más consolidadas para hablar de la Semana Santa sevillana. Habla de la Macarena que no conocemos, la que no vemos, la que igual ni siquiera sepamos que existe. Pero justo al lado puede haber un artículo del hermano número 11564. No hay problema, somos doce mil. Así lo dice con orgullo su membrete.
Pues lo revisaba el otro día con auténtica curiosidad, mientras me preguntaba por qué en Jerez somos tan pocos los que recibimos los boletines de la hermandad, y por qué son tan similares los que se publican. Hay excepciones como todo. Me gusta mucho el de la Borriquita, por ejemplo. Un auténtico ejemplo de diseño y de contenidos, y un lujo para informase de lo que ocurre por la calle Porvera. Que al fin y al cabo, de eso se trata. Un boletín no deja de ser una manera más de comunicarse con los hermanos, de decirles que la hermandad sigue viva, de que vean sus fotos los que viven la hermandad a diario. Un boletín de una hermandad es una ventana abierta donde todos tienen cabida, ni más ni menos.
Pues me sorprendió el último número, la verdad. Boletín de despedidas, ya que su actual hermano mayor cumple ocho años al frente de la corporación, la publicación se dedicaba a relatar la memoria de lo que habían hecho todos los grupos de la hermandad. Los jóvenes, la mayordomía, las cuentas, la labor social, la acogida a niños bielorrusos, los cultos, las conferencias... Todo perfecto, así como el mayor despliegue ante la inminente salida del Rosario a finales de este mes.
Pero navegando entre sus páginas me encontré con una noticia sorprendente. El Estado debe indemnizar a la Macarena con algo más de un millón de euros. Un millón de euros, prometidos en tiempos de Aznar, que el gobierno socialista de Zapatero quiso negar a la cofradía de la Madrugá sevillana. Más de ciento cincuenta millones de pesetas que ven ahora la luz, gracias a la lapidaria frase del hermano mayor, que pronunciara hace bastantes años cuando se le negó la subvención. «No hay de qué preocuparse, la Macarena no tiene prisa».
Y sí que era verdad, no tenía prisa. Y años después, la hermandad ve recompensado su esfuerzo, y recibe en sus arcas gracias a una sentencia más de un millón de euros, que completan las subvenciones recibidas de Urbanismo sevillano y de otras asociaciones. En total, algo más de dos millones de euros. Mientras, el museo se esta terminando de rehabilitar, se han estrenado faldones, se ha restaurado gran parte del patrimonio... Y me pregunté dos cosas. Primero, que por qué ellos no se avergonzaban de recibir dinero. Y segundo, que cómo habían conseguido no dejar parada la hermandad. La respuesta... Es que es Sevilla. Es que es la Macarena. Y cerré el boletín orgulloso de ser macareno.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 4 de octubre de 2009. Foto: Emilio Morenatti)

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