COFRADEMANIA

domingo, 30 de noviembre de 2008

General Del Río, ponga orden



Era un secreto a voces, pero desde el pasado miércoles ha dejado de ser una confidencia para convertirse en el mayor esperpento que recuerdo en la historia de los dirigentes de las cofradías de Jerez. Reconozco que todavía soy joven, pero hasta donde me alcanza la memoria no recuerdo un bochorno, un ridículo mayor que el que hemos podido escuchar en el programa Carrera Oficial cuando entró por teléfono Manuel Muñoz Natera, como presidente del Consejo, para responder a Joaquín Perea Montilla, como Delegado Diocesano o periodista, o como chufla, que es como se atrevió el presidente a calificar al delegado episcopal.
Era un secreto a voces que las instituciones a las que representan estaban enfrentadas desde hacía tiempo, pero ahora es también público y notorio que ambos dirigentes tienen muchas diferencias a nivel personal. Y sinceramente, las diferencias que tengan uno con el otro, y el otro con el uno, me interesan poquísimo. Por no decir nada, vamos...
Lo que sí me preocupa es que dos cofrades que nos piden mesura, respeto y prudencia a los demás, se atrevan a airear los trapos sucios de un Obispado a todo el pueblo de Jerez, afirmando alegremente que el Consejo Local de Hermandades y Cofradías, o el Presidente del mismo, que igual me da, va poniendo zancadillas a la Delegación Diocesana. Porque si eso es así, se habla en un despacho, y no en uno cualquiera, sino en el del administrador apostólico, y se dicen las cosas bien claritas, se suspende la gestión del Consejo y se busca uno que cumpla lo establecido en el tan manuseado librito verde. Pero no se dice a micrófono abierto, por mucho que ese micro sea el de la COPE.
Pero claro, lo que tampoco se puede hacer es entrar a discutir con un delegado diocesano, y decirle lo que puede o no puede hacer. Porque si el propio Juan del Río ha pedido a Joaquín Perea ser delegado y ha creído prudente mantenerlo en la emisora, por algo será. Y por supuesto, llamar chufla, así como suena, a un hombre de iglesia puesto por la primera autoridad de la iglesia local, no es precisamente tenerle respeto ni obediencia a esa autoridad, por mucho que se nos llene la boca al decirlo.
Callejón sin salida por tanto, que debería arreglarse con un apretón de manos, una copa de Jerez y un comunicado de prensa conjunto, y repito, conjunto, por la verguenza que estos dos dirigentes nos han hecho pasar a todos los cofrades de la ciudad. Y en este tiempo en el que los Judas de turno están esperando en las esquinas para vendernos por un buen puñado de monedas, bien haríamos en dar buena imagen los cofrades si queremos que nos respete luego el resto de la sociedad.
Porque olvidaron Perea y Natera, Natera y Perea, que nos representan. Son los dos únicos cofrades que nos representan al resto. Y sinceramente, si el talante y las maneras son las del otro día, prefiero que no me representen nunca más.
Así que escribo estas líneas con la intención de leer, y en breve, una rectificación por parte de todos y un firme propósito y compromiso de trabajar a partir de ahora unidos y de la mano, y no enfrentados como hasta ahora. Y si no es así, pues con la intención de que el general del Río tome su primera decisión de mando como administrador apostólico, y los cese a ambos en sus cargos o los haga entrar en razón, porque lo vivido el pasado miércoles fue vergonzante para los que nos consideramos cofrades, y estoy seguro que así lo irán entendiendo tanto el Delegado Diocesano como el Presidente.
Porque de seguir así, no vamos a ir al tan anhelado cielo que se nombró en vano varias veces en la discusión, ni siquiera al purgatorio. Con esta actitud nos pudriremos en el infierno. Así, desde luego, y por mucho cargo que tengan, no se representan ni a ellos mismos.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 30 de noviembre de 2008)

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