COFRADEMANIA

domingo, 11 de enero de 2009

Iba a contarles otra cosa...


Iba a escribirles hoy sobre la cabalgata de los Reyes Magos del otro día. Iba a contarles que me pareció un ejercicio de cinismo de primer nivel de muchos, que critican la Semana Santa y los gastos que ésta tiene, pero se lanzan a la calle como posesos en busca de un caramelo de mala muerte, con o sin gluten. Iba a contarles que los cristianos perdemos las mejores oportunidades para reivindicar lo nuestro, para hacerle saber a la sociedad que muchas de sus costumbres más arraigadas derivan de los siglos en los que la Iglesia era el principal referente cultural, social, político y económico de Europa.
Iba a contarles que disfruté con Ana María Salas en su papel de Rey Baltasar, que su sonrisa, blanca como el capirote de las Cinco Llagas, relucía más que nunca gracias al moreno de su piel. Iba a contarles que me parece una obscenidad gritarle tío bueno a Gaspar con un niño de cinco años en los brazos, mientras las amigas se hacen una foto con la carroza de fondo porque tres días después lo verán en un programa de televisión, o de lo que sea el programa que hace Gaspar.
Iba a contarles que el pasado cinco de enero celebramos que los Reyes Magos vinieron desde Oriente, es decir, desde los confines del mundo, a adorar a Uno que había nacido en un pesebre. Eso es el fin de la Navidad; los más poderosos vendrán desde donde estén para adorar a Dios. Pero Dios ha querido nacer entre los más pobres, por lo que los primeros en adorarle fueron los más necesitados y desfavorecidos por la sociedad.
Iba a contarles, por tanto, que lo que vivimos el pasado lunes era una fiesta tan cristiana como puede ser la Semana Santa, y que como tal debemos defenderla y hacerla nuestra frente a todos los ataques que le están haciendo a nuestra religión. Incluso iba a bromear con la posibilidad de que le hiciéramos una Carrera Oficial, que comenzara en la Porvera (donde se quería empezar la cofrade, creo recordar...), y que llenáramos de palcos nuestra ciudad por enero, para recaudar más dinero par los pobres, el Salvador, Cáritas Diocesana o la organización que a Natera se le ocurriera. Todo eso iba a contarles...
Pero resulta que en la carroza de Baltasar faltó un ángel, que finalmente no pudo adorar al Niño Dios en Cristina, como era su deseo. No pudo ir por última vez a su plaza Rafael Rivero, ni siquiera a Santo Domingo, donde desde años, y no creo que sea casualidad, se monta el belén monumental de la ciudad. No pudo acompañar a su amiga Ana María Salas, ni disfrutar de la magia de hacer sonreir, una vez más, a tantos y tantos cofrades que hubiéramos sido felices viéndolo disfrutar en la carroza del Rey Mago.
Falleció Manuel Mesa, pero nos ha dejado uno de los legados más interesantes de cuantos recuerdo. Porque Manolito se ha encargado de hacernos entender que las cofradías, y todas las polémicas que ellas suscitan, se arreglan con un coca-cola de válvula, con gesto incluido en la tráquea, en la barra de un bar. Es decir, que las cosas se arreglan con la cercanía que da la amistad. Nos ha enseñado que no hacían falta las palabras para enamorarse con un paso de palio, con un altar de cultos perfectamente montado.
Manuel ha dejado un testimonio de amor, por encima de todo. De amor a la Semana Santa de Jerez, y a sus hermandades y cofradías. Un mensaje que es importante que nadie olvide, porque creo que nos ha dado la clave para que recuperemos nuestro sitio en la sociedad actual.
Ha fallecido Manolito, y no le escuché quejarse una sóla vez. Se fue sonriéndonos, y aunque yo iba a contarles otra cosa, me pareció de honor recordar que Manolito ya no está con nosotros, sino que está confortando al Niño Dios. Confortando, lo que aprendió desde siempre...
(Artículo publicado en LA VOZ, el 11 de enero de 2008. Foto: Juan Carlos Corchado)

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