COFRADEMANIA

lunes, 5 de octubre de 2009

José Antonio Domínguez : «Miramos al hermano como un relleno, y así nos va»

José Antonio Domínguez Mateos es licenciado en Historia, y uno de los jóvenes llamados a cambiar el futuro de las cofradías por su preparación y compromiso. Y además, ve las cofradías desde dentro, gracias a su puesto de responsabilidad en la hermandad de la Cena. Todo un lujo poder escucharle con tranquilidad.
–Es usted uno de los mejores analistas de la realidad que rodea a las cofradías. ¿Es la formación el principal problema que ve usted?
–Es difícil precisar si es el principal, pero sin duda es de los que más importancia tienen. Sin una formación rica en lo espiritual y en lo cultural, nuestra capacidad de reacción ante el conjunto global de problemas que aquejan a las cofradías es nula.
–¿Dónde cree que radican otros problemas, cuáles son los principales escollos que encuentran las cofradías para progresar?
–El principal escollo somos nosotros mismos. Necesitamos racionalizar nuestra situación, responder reflexivamente a determinadas preguntas sobre nuestra existencia, nuestro presente y nuestro futuro, y sin formación esas preguntas quedan irremediablemente sin respuestas. O, aun peor, mal respondidas.
–¿Cree necesario conocer la propia historia de las cofradías para poder conseguir un futuro mejor para ellas?
–Es necesario conocer la Historia para poder comprender el presente y afrontar el futuro, en cualquier ámbito de la vida. Las cofradías no deberían obviar esta premisa.
–Religión y política… ¡Difícil mezcla! ¿Dónde están los límites de cada uno? ¿Quién traspasa más las líneas, los políticos, o los cofrades?
–En la Historia encontramos interesantes antecedentes que nos muestran que esa mezcla, por desagradable que nos pueda parecer a algunos, ha sido una constante desde hace siglos, por lo que la mezcla no es todo lo difícil que sería deseable. En cuanto a los límites, supongo que están nítidamente delimitados en la conciencia y la dignidad de cada uno. Otra cosa es el respeto que se tengan a sí mismos aquellos que franqueen ese límite con frecuencia y alevosía.
–¿Cree usted que los cofrades tenemos gran parte de culpa del respeto que hemos perdido en la sociedad actual?
–Sin duda. Esa mala imagen que nos hemos labrado los cofrades es fruto de nuestra desorientación, nuestro desconocimiento, nuestra ignorancia. No hemos sabido ocupar el sitio que nos corresponde, porque ni siquiera somos capaces de delimitarlo y considerarlo en su justa medida.
–¿Los problemas de las cofradías son ajenos a los de la Iglesia española, o tienen una misma raíz?
–Las cofradías tienen una doble naturaleza: una religiosa, que fundamenta su existencia; y otra civil, materializada en su vertiente folklórica e institucional. Por tanto, sus problemas son los mismos que los de la Iglesia actual, de la que forma parte, y también los mismos de la sociedad civil, de la que también es miembro articulador. Y de propina, por si fuera poco, los cofrades sabemos fabricar nuestra propia problemática interna y original, made in capillita.
–¿Cómo valoraría la actuación de las Juntas de Gobierno ante los problemas que plantea la sociedad actual?
–Sería injusto emitir una opinión generalizada, puesto que no conozco a la mayoría de ellas. En cualquier caso, siendo buena o mala su reacción ante los problemas actuales, la responsabilidad no es patrimonio exclusivo de ellas, sino de cada cofrade a nivel personal. El reto es de todos.
–¿Cómo calificaría al Pleno de hermanos mayores? ¿Qué nota le pondría? ¿Y al Consejo?
–El Pleno lo forman hermanos mayores elegidos por los cabildos que nos engloban a todos y el Consejo es elegido por esos representantes que hemos elegido previamente. El enjuiciamiento debe incluir por tanto a todos los cofrades, y no a ellos exclusivamente. En cualquier caso, nota baja para todos.
– ¿La jerarquía eclesiástica debería valorar más a las cofradías como elemento vertebrador de la religión actual?
–La jerarquía eclesiástica la valora, sin duda. Otra cosa es que las cofradías sepan o quieran estar a la altura de esa valoración.
–¿Hasta qué punto es importante la dirección espiritual en una hermandad?
–Es fundamental, sin lugar a dudas. Lástima que los cofrades no terminemos de descubrir la importancia de las cosas espirituales, salvo cuando toca salvar las apariencias. Y lástima, cómo no, que muchos curas no sepan o no quieran complicarse la vida despertando esa necesidad en los cofrades; que si bien a veces resulta imposible, no deja de ser una obligación suya siquiera el intentarlo.
–¿Cuál es el secreto de las nuevas hermandades, como el Soberano Poder, para atraer a la gente a las iglesias?
–Respondo únicamente por la del Soberano Poder, porque es la realidad que conozco de primera mano. Allí no hay más secreto que una sincera vocación de servicio a los hermanos. Importan las personas, sus necesidades, su maduración, su vida. Y la Hermandad sabe acompañar a las personas a lo largo de su existencia, desde la juventud – donde destacan extraordinariamente – a la edad adulta. Es el modelo perfecto de las cofradías del siglo XXI. Se podría escribir un libro de pastoral cofrade citando ejemplos de la hermandad del Soberano.
–¿Por qué no tienen ese tirón las cofradías más antiguas?
–No tienen esa capacidad de actualización a nivel institucional – luego, a nivel personal, todos presumimos de ultramodernos –. Seguimos mirando al hermano como un relleno para los bancos durante los cultos y para las filas durante la procesión. Y así nos va.
–¿Qué cambiaría de nuestras cofradías, y qué dejaría sin tocar?
–Cambiaría todo aquello que nos lastra para ser lo que deberíamos: ignorancia, tradicionalismo irracional, ese espíritu diminuto detrás de ostentosos terciopelos y bordados, esas ganas de obtener en las cofradías el reconocimiento social que no se obtiene fuera de ellas. Conservaría, ante todo, el oficio de la costalería. Cierto es que soluciona poco, pero alivia mucho a quienes nos sentimos llamados a él.
–Ha hablado mil veces de una sociedad en crisis en numerosas conferencias… ¿Estamos en crisis, o somos crisis?
–Los problemas que más nos afectan haciéndonos percibir esa sensación de crisis tienen una naturaleza estructural; están en nuestra forma de entender las cofradías (o quizá en nuestra forma de no entenderlas). Por lo tanto, el origen de la crisis está en nosotros mismos.
(Entrevista publicada en LA VOZ, el 04 de octubre de 2009)

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