COFRADEMANIA

lunes, 20 de abril de 2009

¿Y si la coronamos por esto?


Nadie presagiaba lo que iba a ocurrir el Domingo de Resurrección en la Plazuela. El sol había acompañado todos los días de la Semana Santa, y el Jueves Santo amaneció soleado, como sus anteriores. En la capilla de la Yedra se respiraba el ambiente propio del Jueves Santo, la alegría marcada en los corazones de los que iban a acompañar a la Esperanza y al Sentencia durante la Madrugá, esa noche de Jesús que siempre acaba en mañana de Esperanza.
Pero cuando la cofradía de la Yedra estaba saliendo de la Catedral, una fina llovizna acompañaba el discurrir de los nazarenos de la corporación, que decidía de manera inteligente regresar a la Santa Iglesia Catedral. Tras las deliberaciones pertinentes, y según ha comunicado el propio hermano mayor, José Carlos Morales, la Junta de Gobierno decidió de manera unilateral suspender su estación de penitencia justo en el ecuador de la misma, dejando para el Domingo de Resurrección la vuelta triunfal de la cofradía hasta su capilla. Muchos criticaron esta decisión, aunque lo que es evidente es que llovía en Jerez, y la Plazuela no está precisamente cerca del primer templo jerezano, por lo que la decisión fue a todas luces acertada.
La estancia en la Catedral no fue sencilla para nadie. Por todos es conocida la escasa colaboración que reciben las hermandades que deben permanecer en el templo jerezano, y la de la Esperanza no fue una excepción. Es evidente que la procesión de regreso a casa no podía parecerse en nada a la llegada a la Catedral, puesto que en la Madrugá se conmemora la muerte de Jesucristo, y el día fijado para el regreso era precisamente día de fiesta, de gloria por la resurrección del Señor.
Para ello, la hermandad quiso cambiar el exorno floral completo, adquiriendo calas blancas que acentuaban la clase y categoría de una cofradía siempre pendiente del último detalle, y cambiaron la túnica al Señor, poniéndole la blanca y quitándole las potencias y la corona a la imagen. Una estampa por mucha gente deseada, que costó la propia vida debido a la escasa colaboración de los responsables del primer templo jerezano.
Y no debía ser así. Y no debe ser así. Pero así fue, lo que no quitó para que la cofradía saliera el Domingo de Resurrección a las cinco de la tarde, con la banda de la Sentencia sonando atronadora tras el misterio de la cofradía, y el palio de la Esperanza esperando altanero en el interior de la Catedral.
Su barrio, el que la adora cada día en su pequeña capilla de la calle Sol, había venido hasta allí para recibirla, y cuando la cofradía salió a la calle el Reducto de la Catedral estaba lleno de gente deseosa de acompañar a sus titulares por todo el recorrido.
Pero pese a que era de esperar, nadie podía imaginar que un gentío, un mar de fieles, envolverían el manto de la Esperanza a su regreso a la capilla de la Yedra. Por todos los rincones por los que cogió la cofradía la multitud se agolpaba, queriendo ser testigos de lo que se sabía estaba siendo el preludio de la coronación canónica de la Esperanza.
Había ganas de comprobar el tirón, la fuerza de la devoción de la Esperanza, y en el regreso a la Plazuela se pudo comprobar que en la actualidad no hay una cofradía en toda la ciudad que tenga mayor poder de convocatoria que la de la Plazuela, ni una dolorosa con una devoción mayor que la Esperanza de la Yedra.
La banda de la Fundación, sin parar de tocar, quiso poner la guinda cuando tocó Coronación de Marvizón a la altura de la casa de hermandad, pero ya era remarcar lo obvio. Es la Esperanza una devoción que no cabe en trece volúmenes, por muy bien presentados que estén. Es la Esperanza un huracán de devociones, y la prueba palpable de que María está presente en la Plazuela.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 19 de abril de 2009)

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