COFRADEMANIA

domingo, 30 de agosto de 2009

¿Mercenarios? No... mercedarios

Ellos tienen la sensación de que sus palabras caerán en saco roto, de que somos unos simples mercenarios que vamos por la vida sacando pasos por las relaciones sociales que conllevan, el prestigio (sic) que pudiera darnos o la simple amistad o compañerismo que ha conseguido ciertos automatismos en la cuadrilla. Sí, estamos quietos en la iglesia, pero porque el capataz impone su disciplina, porque en el fondo no sabemos estar en los sitios, no respetamos los lugares sagrados ni nos interesan.
No nos engañemos los que formamos parte del mundo de abajo. Así nos ven en muchos lugares, y por qué no reconocerlo, gran parte de culpa es nuestra. No estoy hablando de la cuadrilla de tal o cual capataz, no lo personalicemos. Es una impresión general. Nos ven así, y por eso nunca nos saludan al llegar, ni nos dan la bienvenida. Miradas desde lejos, escondidas tras una columna o un retablo, esperando que saquemos los pies del tiesto para luego criticarnos por la espalda. Eso es lo que recibimos cuando vamos a sacar a María o a Cristo en multitud de ocasiones. Eso, o la indiferencia más absoluta por parte de las Juntas de Gobierno y los directores espirituales.
Por eso, cuando un sacerdote como el padre Felipe te recibe en la casa de todos, en la casa de María, en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced, me pregunto por qué todos los sacerdotes no tienen su talante, su amabilidad. Recogió el testigo del padre Jesús, que era quien siempre se dirigía a los costaleros y al equipo que dirige los pasos de la Patrona, y ha sabido ganarse un hueco en el corazón de la cuadrilla.
Porque los costaleros podremos ser mil cosas, pero imbéciles no somos. Ni mercenarios. En todo caso, somos mercedarios. Cofrades, cristianos, con nuestras virtudes y nuestros defectos, que estamos enamorados de María, en su advocación de la Merced. Gente común que deja familia y rutina estival para dedicarle unas horas del año a María, para entregarse por entero a Ella. Personas con sus empresas, con sus licenciaturas a cuestas, con sus doctorados en algún caso, que saben entender perfectamente el mensaje que se les manda desde el presbiterio de la iglesia a la que van.
Por eso, las palabras del padre Felipe son siempre un soplo de aire fresco, una bocanada de humanidad que los costaleros de la Merced escuchan con interés. No doy la talla para estar con ustedes, vino a decir. Sois importantes, sois necesarios, y esta es vuestra casa. Sentidla así, porque lo es. Mensaje directo, claro, sencillo...
Y sincero. Sobre todo sincero. Parece que los padres mercedarios estuvieran encantados de que la Merced tome vida cada 24 de septiembre y se pasee por Jerez. Allí estaba el padre Felipe, arropando a los costaleros, acompañado del padre Ismael, que va poco a poco calando en el corazón de la ciudad, y de Ana María Salas, la eterna ama de llaves de la Basílica.
No doy la talla, dijo, y me hizo pensar. Porque he tenido la suerte de perderme en más de una conferencia del padre Felipe, porque tengo la suerte de que sé que me aprecia, porque tengo la suerte de asistir a la igualá de la Merced desde el primer año, porque tengo la suerte de ser costalero luego de la Virgen de la Cabeza, que tanto y tanto sabe del padre Jesús y de los padres mercedarios...
Porque tengo la suerte de considerar amigo a uno de los sacerdotes más preparados de la ciudad. Al padre Felipe, el que siempre está a la altura y más allá. Igual lo convenzo este año, y da una chicotá bajo su Morena de la Merced... como ya conseguimos con el padre Jesús.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 30 de agosto de 2009. Foto: Cristóbal)

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