
Caras de ansiedad, de nervios. Miradas de esperanza y de súplica hacia Martín, que por más que quiere, tiene los huecos que tiene cada año. Cada vez menos, de hecho. Por eso, se van poniendo de moda los picos en las cuadrillas como manera de compensar, de premiar el esfuerzo de hombres que pueden llevar media vida acudiendo cada viernes de Quinario a la iglesia de San Marcos, soñando con chicotás imposibles, con costeros medidos o con izquierdos valientes.
Esos hombres de más no restan nada a la cuadrilla. Aportan su vitalidad, su ilusión, sus ganas. No quitan chicotás a los que ya estamos, sino que nos regalan un poco de su humildad, de sus anhelos. Son costaleros como el resto, que gracias a la solidaridad de los que ya forman la cuadrilla, pueden disfrutar de ser los pies del Señor de la Sagrada Cena.
Costaleros de la Cena. Será mítico en la Semana Santa, en el libro de la historia. Se podrá poner con letras de oro en las memorias cofrades de cada uno de los que integraron esa cuadrilla. Y quizá el secreto parte de su igualá. Esa que se hace mirando de frente al Señor de la Sagrada Cena.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 24 de enero de 2010.)
(Artículo publicado en LA VOZ, el 24 de enero de 2010.)
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