COFRADEMANIA

domingo, 7 de junio de 2009

El nuevo prelado se presenta ante la sociedad jerezana

«Debo, en primer lugar, bendecir a Dios, que me ha elegido y destinado en la persona de Cristo para desempeñar con la gracia del Espíritu Santo esta gran misión». Así empezaba la alocución con la que José Mazuelos se presentaba a su diócesis al término de la Eucaristía, y que estuvieron marcadas por la gratitud del prelado a todos los estamentos por los que ha ido pasando en su extensa vida como sacerdote.
La comunión con el Santo Padre fue una de las primeras reflexiones del nuevo obispo jerezano, que quiso continuar agradeciendo al cardenal Amigo Vallejo y al resto de concelebrantes su presencia en Jerez en la mañana de su ordenación. Y tras las obligadas referencias a la jerarquía eclesiástica, comenzó sus palabras de cercanía con su familia, a los que llamó «fieles instrumentos del Señor para mostrarme su amor. En primer lugar a mis padres, de los cuales he recibido el don más precioso de la vida y de la fe cristiana. A mis hermanos, que me han asistido y ayudado siempre con humildad y discreción. Doy las gracias a todos los amigos y paisanos de Osuna , todos ellos tienen mucho que decir en mi biografía. Tenedme presente en vuestras oraciones a Jesús Nazareno».
Sin embargo, su paso por la diócesis sevillana ha marcado profundamente la trayectoria de este sacerdote ursaonense, que quiso acordarse de sus años al frente de la cofradía de los Estudiantes de Sevilla y de la Universidad hispalense. No en vano, desde el año 2000 ha sido Delegado de Pastoral Universitaria, así como director espiritual de la cofradía del Martes Santo, precisamente los mismos cargos que tenía Juan del Río antes de llegar al episcopado jerezano.
Sus primeras palabras hacia la diócesis jerezana fueron de aliento y de ánimo. «Debemos seguir viviendo y anunciando a Jesucristo y su palabra, recogida en su Iglesia. Dios es necesario para el hombre, y es más, no lo daña, sino que lo sana como nadie lo podrá hacer jamás. El no es en absoluto una amenaza para el hombre, sino que más bien, es el único camino a recorrer si se quiere reconocer al hombre en su entera verdad y exaltarlo en sus valores».
Su preparación, fuera de toda duda, se dejó ver por primera vez en estas palabras, que los fieles acogieron con gozo y satisfacción, terminando su alocución invocando a la Santísima Virgen Inmaculada.
(Artículo publicado en LA VOZ el 07 de junio de 2009)

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