COFRADEMANIA

domingo, 28 de junio de 2009

¿Verano cofrade? Sí, gracias.

No termino de entender quien quiere que las cofradías cerremos en verano. Desde hace unos años, las hermandades poco a poco van intentando mantener actividades durante los meses estivales con la clara intención de mantener un contacto fluido entre los que viven el día a día de la hermandad. Es curioso este fenómeno, por cierto. Nos llevamos todo el año yendo, noche sí y noche también, a la cofradía de nuestros amores, renunciando al poco tiempo libre que pueda tener cada uno. Son meses en los que hay que trabajar, tanto de mañana como de tarde, y en los que la obligaciones casi no nos dejan lugar para poder disfrutar de la compañía de nuestros hermanos de cofradía.
De hecho, aunque vayamos a diario, las labores de una hermandad cada día se asemejan más a las de una empresa, porque la propia vida va modernizando las corporaciones. Así, no se entendería una hermandad sin un buen cuadrante de gastos e ingresos, un perfecto censo de hermanos disponible, una buena secretaría con los documentos de la hermandad al día y una mayordomía eficiente a la hora de montar y desmontar los altares y atributos de la propia corporación. Toda una serie de medidas necesarias, por supuesto, pero que en multitud de ocasiones hace inviable la convivencia entre los hermanos de la hermandad.
Por eso, llega el verano, y debería tomarse como una oportunidad única de estrechar los lazos de unidad que hubiera ya consolidados, o de afianzar los que estuvieran algo debilitados por el propio desgaste de la convivencia. Debería ser el momento de aprovechar las azoteas de las maravillosas casas de hermandad que tenemos en Jerez, el momento de poner a funcionar los deuvedeses con las grabaciones que hayamos podido recabar durante el año, y también la oportunidad de hacer algunas actividades propuestas desde la propia Junta de Gobierno de la cofradía, que bien podrían tratarse de un día de campo o de playa todos los hermanos de la cofradía. Ideas hay miles, igual lo que no quedan son ganas...
Y a quien no le queden ganas, le preguntaría que por qué. Le diría que analice los motivos por los que está tan quemado de su propia hermandad que no quiere ni ver durante dos meses a los que son su propia familia. Si de verdad hemos vivido la hermandad durante un curso, es obligado y necesario querer verse las caras en verano, no perderse de vista durante tres meses. Cerrar en el Corpus y abrir por la Patrona de la ciudad... Eso es de hermandades muertas, no vivas. Y las hermandades no dejan de ser sino el reflejo de quienes las componen.
Así que yo al menos frecuentaré mi hermandad, que como ya saben, anda por el barrio de San Miguel. Llegaré en bermudas, con camisetas de colores o politos, una imagen muy alejada de las camisas y pantalones que uso en el trabajo. Llegaré, y haré lo que no hago durante el año; sentarme a ver la tele, beber una cerveza tranquilo con mis hermanos, recuperar las imágenes de la pasada Madrugá... Cualquier excusa es buena. También iré a lo que organicen otras hermandades, como la Candelaria o el Nazareno, que proponen interesantes alternativas a las noches de aburrimiento del verano jerezano, o al pregón del Cristo de la Viga.
Conferencias suaves, con temas agradables, al fresquito de un patio en una noche de verano. También a las tertulias que monten las páginas webs, y por supuesto, a las procesiones de gloria que salgan en nuestra ciudad o en las localidades vecinas. Todo eso haré, o intentaré hacer, en verano, en el mucho tiempo que me deje libre las tardes de playa o las actividades propias de nuestro trabajo. Un verano cofrade. ¿Por qué no? Igual es que estás tan quemado que ya no sabes ni disfrutar, querido.
(Artículo publicado en LA VOZ, el 28 de junio de 2009.)

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