COFRADEMANIA

sábado, 13 de junio de 2009

"El Xerez, el Corpus... ¡Todos cabemos!"


La vida le ha cambiado mucho a José Mazuelos desde que el pasado 19 de marzo se anunciara su nombramiento como obispo de Asidonia-Jerez, sustituyendo a Juan del Río, nuevo arzobispo castrense. Conocer la Diócesis es su principal preocupación ahora que se cumple una semana de su toma de posesión en la Santa Iglesia Catedral, en una ceremonia que se recordará como la más solemne de cuantas se han celebrado en el primer templo jerezano.
-Tras meses de espera, al fin está usted en Jerez.
-He tardado un poco en llegar, pero la preparación de la ordenación, la celebración como se ha podido comprobar, no ha sido sencilla. Algo así no se improvisa en tres días.
-Su paso como canónigo por la catedral de Sevilla habla de su preparación como sacerdote.
-Más que un canónigo soy un sacerdote, sevillano, de Osuna.... Alguien dispuesto a servir a la Iglesia, que quiere hacer la voluntad del Señor.
-¿Entendió su familia que el médico Mazuelos ingresara en el seminario?
-Sí, esa es una decisión que tiene que tomar uno. Tenía claro que era una llamada del Señor. Es saber no sólo que Dios existe, sino que te ama profundamente, y que te invita a participar en una obra grande, inmensa. El amor es el que te seduce. La carrera de medicina estaba ahí, sí, pero Dios hace una historia perfecta con cada uno.
-¿Y qué queda de ese médico?
-Queda mucho, pienso. De hecho, en mi época todavía había mucho elemento vocacional en el estudio de la medicina. Eran ganas de servir al hombre, y eso queda lógicamente. Queda también la preocupación por la gente enferma, que ahora está ampliada a la preocupación por todo hombre. Y sobre todo, queda curar esa sed de eternidad que todos tenemos. Queda ser representante de ese gran médico que es Cristo.
-¿Se imaginaba llegar al episcopado cuando ingresó en el seminario?
-¡En la vida! Como puede imaginar, no me metí a sacerdote para hacer carrera eclesiástica. Para eso me hubiera quedado en la medicina. Sentí la llamada del Señor, y siempre he estado abierto y dispuesto a cumplir su voluntad. A ir donde Él me llame, siempre atento, escuchando esa palabra de Dios para poder discernir. Pero no lo imaginaba.
-¿Tan importante fue su paso por Colombia para que viniera el cardenal Rubianes a su toma de posesión?
-Mi estancia en Colombia coincidió con una época dura, de guerrilas y narcotráfico. En la frontera con Venezuela tenían las fincas los narcotraficantes y coincidió que habían matado al que se suponía que iba a ser presidente, Galán. Allí me estrené como diácono trabajando en dos o tres parroquias.
-Pero lo cuenta como una experiencia positiva...
-Sí, porque allí se conoce la Providencia de Dios, algo que ya referí en mi alocución en la toma de posesión. Allí te das cuenta de que o se pone uno en manos de Dios, o sale uno corriendo y se vuelve para España.
-No fue corriendo, pero llegó. Y nada menos que a la Archidiócesis de Sevilla.
-Antes estuve en un poblado de colonización que pertenece a Lora del Río. Allí no había una vivencia eclesial grande, pero fui feliz, pese a ser una zona sin raíces, sin una Semana Santa, sin grandes núcleos parroquiales. Estaba contento simplemente de poder tomar agua potable. Para mí eso era una bendición de Dios, tras coger diarreas, gastroenteritis...
-¿Tan rica fue su experiencia en la Universidad y como canónigo penitenciario de la Archidiócesis?
-La gran riqueza de ser canónigo penitenciario es tratar con tantas mujeres que han abortado, porque podía levantar la excomunión que supone el aborto en nombre del obispo. He visto el sufrimiento profundo que supone siempre para una mujer el aborto, pero también he visto que hay un médico que cura ese dolor.
-No se llamará José Mazuelos, claro...
-El único que cura ese sufrimiento es Jesucristo. Cristo es el único que puede devolverle a la mujer esa ternura, ese ser madre, construir la mujer de nuevo... Eso sólo lo hace Cristo.
-¿Sabe usted que va cogiendo los cargos que antes tenía Juan del Río? ¡No le veremos como próximo arzobispo castrense!
-¡Sólo la Pastoral Universitaria! La penitenciaría no la tuvo don Juan. Contar con una hermandad en la Universidad es algo importante. Ese Cristo de la Buena Muerte marca mucho de la vida universitaria. Después, pienso que ha sido importante como la Universidad sevillana, pionera y única en España, ha sabido mantener esa pluralidad, ese diálogo fe y razón. Hay una gran vida interna dentro de la hermandad y de la Universidad, y eso en Sevilla se ve con gran naturalidad. Es cierto que la Iglesia también aporta a esta relación con un importante convenio con la Universidad, facilitando los archivos de la Iglesia y el patrimonio a los universitarios. Hay una íntima colaboración entre Iglesia y Universidad, que pienso que es el camino correcto. Estamos hablando de ese laicismo positivo del que habla Sarkozy y Benedicto XVI y pienso que en Sevilla se ha conseguido.
-¿Qué opina del recibimiento que le ha brindado Jerez a su llegada?
-Me ha emocionado la acogida que he tenido en Jerez desde el primer día. No lo he vivido sólo yo, la gente de mi pueblo han percibido que Jerez ha abierto de par en par las puertas para acogerme, y eso me ha sorprendido muchísimo, y estoy muy agradecido.
-¿Cambiará en algo el clero jerezano?
-Este es el clero que hay, tendremos que ir viéndolo. Es cierto que está el Código de Derecho Canónigo, con las jubilaciones a los 75 años, pero la edad es relativa. No creo que haya que renovar el clero, lo que hay que pedir es para que el Señor suscite muchas vocaciones, que venga mucha gente dispuesta a enamorarse de Cristo. Me gustaría renovar el clero porque en el seminario nos falte sitio para meter a los seminaristas. Sería una imprudencia cambiar ahora algo, mi primer objetivo es conocer la diócesis, y luego entre todos, lo sacaremos todo para adelante.
-¿Es cierto que cuando le comentó a Juan del Río lo que pesaba el báculo, él le aseguró que más le iba a pesar?
-Ser obispo es saber cargar con los pecados. Pero sobre todo, es la responsabilidad de estar al frente de este pueblo tan maravilloso. Uno se ve pequeño, y lógicamente se tiene que agarrar muy fuerte a ese nuevo Moisés que es Cristo para no defraudar. Así que sí, que pesa mucho el báculo...
-¿Qué le han contado de Jerez antes de llegar a la Diócesis?
-Me han dicho que es una diócesis muy viva, pero es que no me resultaba extraña. He tenido un contacto frecuente con la diócesis los últimos años.
-¿Cuál es su objetivo más inmediato como prelado jerezano?
-Conocer la Diócesis. Hablar día a día con los sacerdotes, conocer las realidades eclesiales. Y después, entre todos, ponernos las pilas para anunciar a Cristo, algo que hoy sigue siendo necesario en nuestra sociedad inmersa en esta crisis de valores, donde se pone de manifiesto que no basta el hombre del tener, sino que es necesario empezar a redescubrir el hombre del ser. Cristo no nos deja que caigamos en la antropología materialista. La verdad del hombre es cuidar a los más necesitados, preocuparse por los débiles... Eso es lo que debe preocupar al hombre de hoy. Tenemos obligación de revelar el hombre al hombre.
-¿La solemnidad conseguida continuará con su episcopado?
-Mire, somos animales simbólicos, cuando vivimos algo importante, cuando vivimos el amor, tenemos necesidad de expresarlo. Necesitamos de signos, de símbolos. El ejemplo más claro lo tiene en mi toma de posesión que era un acontecimiento para la Iglesia de Jerez que incluso me desbordó en algún momento.
-¿Incluso en nuestra Catedral?
-En la Catedral hay un potencial importante, porque es una preciosidad. Es una gran desconocida.
-¿Le ha dado tiempo de conocer algo de la sociedad jerezana?
-Aún no, de hecho, conocí a la alcaldesa el día de mi ordenación. Pero la apuesta por la cultura seguirá vigente, y eso está más que nunca presente en esta Casa de la Iglesia. Es necesario de nuevo que la Iglesia, el cristiano, sea una luz en la cultura. El arte no es más que la realidad de que el hombre es algo más que materia, y todo este arte y esa grandeza hay que recuperarla. Esta Casa de la Iglesia habla de la grandeza del ser humano, e invita a la grandeza del hombre, que hoy en día está tan tirado por los suelos. No veneramos el cuerpo humano, tendemos a cosificar al hombre, lo hacemos una cosa más.
-Así que no hay debate ciencia contra religión...
-En absoluto. Ya lo dejó claro el Santo Padre: una fe que va contra la razón hay que ponerla en cuarentena, y una razón que vaya contra la fe, la desprecie y la aniquile, también hay que ponerla en cuarentena. Fe y razón son la verdad del hombre.
-¿Y el debate de política y religión, no está más vigente que nunca?
-Eso está establecido desde Santo Tomás. La preocupación del político debe ser el bien común y el Estado debe preocuparse por la justicia. La virtud no se puede imponer a nadie. Un estado que impusiera la virtud, se convertiría en un estado injusto. Que el político se preocupe por el bien común y la justicia. Además, y en palabras de Juan Pablo II, ser cristiano se propone, pero no debemos esconder la cabeza ante las injusticias, debemos exigir la justicia a nuestros gobernantes en la medida que podamos.
-Con frecuencia se habla del excesivo protagonismo que dan las hermandades a la política local.
-Quien vaya a ver antes al alcalde que al obispo se equivoca, no debe ser así. Las hermandades no deben perder su identidad y su razón de ser. Deben tener una cosa clara; lo que mueve es que hay una persona que cuando ve a su Cristo o a su Virgen es capaz de trascender con Él. Es capaz de poner su corazón abierto, y esa mirada a ese Cristo darle una esperanza. Es entrar en ese misterio, trascender. Esa es la fuerza de las hermandades, y debemos hacerla ver.
-Por ejemplo, dando curso a los expedientes de coronación que tiene sobre la mesa...
-¡No sabía ni que los tuviera! Lo veremos, me tengo que ir reuniendo con todas las delegaciones. De hecho, con el Consejo me he reunido sólo a raíz del cambio horario del Corpus ante la realidad importante de la ciudad de que el Xerez suba a Primera. ¡Todos cabemos! Lo importante es la adoración a Nuestro Señor Jesucristo, qué más da si es por la mañana o por la tarde. Todos cabemos...
(Entrevista publicada en LA VOZ, el 13 de junio de 2009. Foto: Juan Carlos Corchado)

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